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En 1851, cuando Thomas Peters, posadero de la estación de William Baker encontró unas motas de oro en el valle, Melbourne era un pueblo de 29.000 habitantes, en la remota colonia de Victoria. El descubrimiento de Peters, el quinto en tres años, convenció a medio mundo de que los anteriores no habían sido casualidad dando así origen a la fiebre del oro de Victoria. En tres años, la población se multiplicó casi por cinco y Melbourne pasó de ser una estancia casi agrícola a ser la segunda ciudad con más edificios de estilo victoriano del imperio británico.

Dicen en Australia que en Sidney se ven cosas mientras que en Melbourne, elegida la mejor ciudad del mundo para vivir en 2011, se viven las cosas. El viaje a Melbourne no decepcionará al viajero. Sea del estilo que sea. Nosotros teníamos previsto pasar en la ciudad 5 días y finalmente estuvimos doce. Viviendo la ciudad. Pero la ciudad puede disfrutarse perfectamente en dos días, dedicando cada uno de ellos a uno de los, en mi opinión, los dos pilares de la ciudad.

Melbourne, día 1: el Arte

Imaginemos que es sábado. Podemos arrancar nuestro día a orillas del río Yarra. Under the clocks, que es donde quedan los lugareños. Se refieren a los relojes en la estación central en Flinders Street, (sí, lo habéis adivinado, de estilo victoriano) Uno de los iconos de la ciudad.

Desde allí,  frente a la catedral anglicana vemos la sorprendente fachada del Ian Potter Center. Se trata de uno de los dos edificios principales de la National Gallery of Victoria, la galería de Arte más grande del continente. Este edificio está dedicado al arte australiano y merece una visita rápida o quizá no tan rápida. Si viajamos con niños – o no tan niños 😉 – quizá queramos cambiar de museo y conocer el museo contiguo. Sí, estamos en Federation Square, el centro cultural de la ciudad, y aquí los museos van por pares. Se trata del ACMI. Un espacio dedicado al arte audiovisual. Podemos encontrar desde un Oscar real, cedido por Cate Blanchet, hasta una Atari o una Nintendo junto al coche de Mad Max. Sí, hay zona para jugar. 🙂melbourne

Justo enfrente del ACMI al otro lado de Flinders Street, se encuentra Hosier Lane, Una callejuela estrecha. Un verdadero museo al aire libre de pintura y arte urbano con su dosis de crítica social. Si tenemos hambre, morriña, o las dos cosas podemos disfrutar de unas anchoas del Cantábrico en Movida, en esta misma calle. Allí el as de oros de la vitoriana Heraclio Fournier nos dará la bienvenida en la puerta. Si todavía aguantamos el hambre podremos tomar algo más adelante en alguno del resto de laneways.

En la construcción victoriana de la ciudad se crearon miles de laneways o callejas donde dejar los cubos de basura. Durante el siglo XX se fueron degradando y convirtieron al centro de Melbourne en una zona en la que poca gente quería vivir. Como en muchas otras ciudades del mundo, en las últimas dos décadas se ha producido una gentrificación del centro de la ciudad y estas callejas han sido parte inseparable de la misma. El suelo adoquinado y los cafés, galerías o boutiques nos recordarán probablemente a Europa. Centre Place, Degraves o el poco concurrido dedicado a ACDC, nos permitirán disfrutar de esa atmósfera que ha convertido a Melbourne en la ciudad que es hoy.

Después de comer, quizá nos apetezca recorrer las calles comerciales un poco más al norte paseando entre los preciosos arcades (galerías comerciales) del siglo XIX como el Royal o el Cathedral  o quizá deseemos conocer un poco más de la historia de la ciudad y visitar el cercano Parlamento, la Casa del Tesoro, se pueden visitar las bóvedas en las que se almacenaba el oro antes de distribuirlo por todo el mundo o la catedral católica, que se encuentran todos juntos.

En función de la época del año en la que hayamos ido quizá esté ya anocheciendo. Podemos dar un paseo hacia el Royal Exhibition Building – otro de los iconos victorianos de la ciudad – junto al museo de Melbourne (recomendable, con un catálogo muy variado, sobre la historia de la ciudad) y terminar llegando a Fitzroy, uno de los dos barrios de moda de la ciudad entre los jóvenes de la ciudad, donde no faltará la oferta de hamburguesas de tofu 😉 O quizá prefiramos cenar a bordo de uno de los tranvías antiguos de la ciudad. No trasnochemos demasiado que mañana tenemos otro día completo 🙂