Cooperante granadina en Angola

“ANGOLA ME HA ENSEÑADO QUE EL DOLOR PUEDE VERSE DE MUCHAS FORMAS”

La médica granadina Isabel Barranco (Loja, 1976) acaba de regresar de Chipindo (Angola) donde ha coordinado durante el último año un proyecto de salud materno-infantil de Acción contra el Hambre , ONG con la que colabora Club Marco Polo.

Madrid, 25 de junio de 2008

Isabel Barranco vuelve a Granada de su primera misión en África “cargada de aprendizaje y nuevas experiencias”. No en vano ha pasado el último año de su vida en el pueblecito de Chipindo, en la provincia de Huila, al sureste del país, una zona tristemente amenazada todavía por la presencia de minas, entre las más vulnerables del país, y donde Acción contra el Hambre es la única organización internacional que sigue presente. “Ha sido una experiencia difícil, la mayor parte del tiempo era la única cooperante internacional y mi única forma de evadirme después del trabajo era escribir lo vivido, pero he tenido la suerte de poder apoyarme en un maravilloso equipo local y en la población rural angoleña, que ha puesto a mi disposición lo poco que tenía”, explica.

El trabajo de Isabel consistía en supervisar la construcción de un nuevo Centro Nutricional Terapéutico, atender a los niños con desnutrición severa en el centro de salud de la sede del Municipio, capacitación del personal sanitario sobre aspectos como el seguimiento prenatal (el tratamiento con ácido fólico y hierro durante el embarazo, Educación para la Salud…), asegurar un parto limpio, los cuidados del recién nacido, la vacunación y las formas de prevenir y tratar la malaria. “La relación con las parteras y parteros tradicionales ha sido muy rica -cuenta-: es una “profesión” de vital importancia en el mundo rural, donde, en ocasiones, estos trabajadores de la salud, son los únicos referentes con que cuenta la población; una buena preparación y capacitación de los mismas ayuda no sólo a mejorar la asistencia al parto, sino a un buen seguimiento de la mujer durante todo el embarazo, que permita poder detectar aquellos embarazos complicados a tiempo para poder ser referidos a centros de referencia especializados; la posibilidad de evacuación no siempre es posible, y estos embarazos terminan, en muchas ocasiones, con la muerte del bebé o de ambos. Se pasan el oficio de unas a otras. Ser mujer me ha permitido una mayor cercanía a ellas”.

Lo que más le llamó la atención desde el principio fue la manera tan particular de vivir el dolor: “los angoleños tienen un umbral del dolor altísimo y se transforma rápidamente en resignación, algo impensable en nuestro país”. Angola ha vivido, de hecho, uno de los conflictos más largos del continente africano. Casi treinta años de violencia que dejaron un territorio rico en petróleo, diamantes y recursos naturales devastado, completamente desestructurado y plagado de minas. Precisamente la aparición de varias minas en una de las carreteras supuestamente limpias que unían localidades de la zona obligó a suspender parte de las actividades del proyecto de Acción contra el Hambre: “fue sin duda uno de los momentos más duros – recuerda Isabel- en los que te preguntas el sentido de tantos esfuerzos de ayuda humanitaria cuando pueden ser interrumpidos tan fácilmente por la violencia”.

Isabel, que ahora descansará unos meses en su casa antes de su próxima misión, estudió medicina en Granada y trabajó como interna en el hospital Santa Ana de Motril. “Siempre tuve claro que quería poner mis conocimientos de medicina – afirma- al servicio de los que menos recursos tienen y, aunque se trate de un trabajo nada fácil animo a todos los estudiantes de medicina que realmente estén convencidos de la necesidad de la acción humanitaria a que lo intenten, teniendo siempre presente y sin olvidar, cuál es el verdadero sentido de la ayuda humanitaria.”

Acción contra el Hambre trabaja en Angola desde 1995 con programas de salud y nutrición, agua y saneamiento y seguridad alimentaria, atendiendo a 418.000 personas.

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