La Ruta de la Seda: Myanmar

Como ya presentamos en posts anteriores, estamos recorriéndo la Ruta de la Seda. La primera etapa de nuestro viaje comenzó en Venecia y pasó por Florencia y Roma hasta llegar a Nápoles. Allí, cogimos un barco para trasladarnos al punto de partida de la segunda etapa de nuestra travesía, Alejandría, desde donde nos desplazamos al Cairo para experimentar su famoso caos y descubrir su historia.

De las pirámides a los bazares de Estambul, donde nos maravillamos con el aroma de las especias y la mezquita azul. En la tercera etapa, conocimos el corazón de la Ruta de la Seda, en Uzbekistán, y tras dormir en una yurta y enamorarnos de cada uno de los azulejos de Samarcanda, viajamos a Kirguistán. Tras explorar las maravillas naturales de este país, nos trasladamos a Almaty, en Kazajistán, desde donde partimos hacia la ciudad oasis de Kashgar.

El siguiente destino de nuestra particular ruta de la seda fue la India. Viajamos en tren desde Delhi hasta Calcuta para visitar el puerto más importante de la Ruta de la Seda en Asia. Desde allí, cogimos un avión hasta Nyaung, en Birmania, para explorar el ramal de la Ruta de la Seda, que iba desde Xian hasta Calcuta.

En esta séptima etapa de la Ruta de la Seda, atravesaremos Myanmar, el país de la eterna sonrisa, dirección Yunnan para encaminarnos así hacia Xi’an. La última parada de nuestro viaje.

Myanmar: El país de la eterna sonrisa

Myanmar es el lugar en el que la historia y la naturaleza se entremezclan. Un país con una geografía privilegiada, llena de bosques, lagos, riachuelos y selvas que cubren la mitad del territorio y que a su vez guardan tesoros artísticos y monumentales de un sin fin de etnias distintas. El país de los mil templos, de las pagodas doradas, del jade y del rubí abre sus puertas y nos invita a disfrutar de sus inmensas plantaciones de té, de sus leyendas, de increíbles elefantes y sobre todo de la eterna sonrisa de nuestros huéspedes.

Bagan, miles de templos en el horizonte

Nuestro vuelo aterriza en Nyaung. Nos podemos alojar cerca del aeropuerto o en la antigua ciudad de Bagan. Esta ciudad alberga conjuntos de templos increíbles, el principal atractivo de nuestro paso por Birmania.

La primera mañana, decidimos dar un paseo en una calesa tirada por caballos, en vez de alquilar las clásicas bicicletas, para conocer la zona de los templos y obtener recomendaciones de cada templo. Y qué bien hicimos. El hombre que nos llevó, nos dijo en qué templos podíamos entrar, cuáles merecían la pena y a qué horas debíamos visitar cada uno. Esto último es clave a la hora de visitar los templos, ya que los colores, incluso en el interior, cambian muchísimo dependiendo de la luz.

El segundo día, lo dedicamos a recorrer libremente en bicicleta los templos de la zona que nos habían recomendado y algunos otros que nos fuimos encontrando. Personalmente, los que más nos gustaron fueron Loka Nanda Pagoda, situada junto al río y que visitamos al anochecer, Shwe San Daw Pahya un clásico, Bulethi Pagoda un lugar ideal para ver el amanecer, Dhamma Yan Zi Ka Pagoda, con unas vistas increíbles de Bagan y Dhammayangyi, el más grande de todos.

Una vez hubimos visitado la zona, cogimos un barco hacia Mandalay. La última capital de los reyes de Birmania.

Mandalay: La ciudad de oro

Mandalay, es la segunda ciudad más grande del país y no es de extrañar que también sea su capital cultural. Situada en el centro del territorio, esta ciudad es la antigua capital del país y también la última de los Reyes de Myanmar. La ciudad, fundada en 1859 por el Rey Mingon, está repleta de templos, pagodas y arquitectura que hace las delicias de cualquier viajero.

Durante nuestra estancia, visitamos el palacio real de Mandalay, un enorme y precioso palacio construido en madera y ladrillo recubierto de oro y bermellón y repleto de objetos recuperados de la época en la que la realeza vivía en Mandalay. Aunque el palacio original fue destruido durante la Segunda Guerra Mundial, la réplica actual merece ser visitada, así como el Monasterio de Shwe Nan Daw, también conocido como el ‘Monasterio Dorado’, otra réplica del antiguo palacio real de Mandalay.

Otra de las cosas que más nos gustaron durante nuestra visita fue la impresionante Pagoda Kuhtodaw, cuyas paredes rodeadas de mármol albergan el Canon Pali, el libro de mármol blanco más grande del mundo. Sin embargo, esta no fue la pagoda más espectacular que vimos en Mandalay. La pagoda Mahamuni, o más bien lo que contiene, es una pasada. Un imponente edificio que alberga el famoso Buda traído de Rakhine. En esta pagoda, los fieles budistas ponen pequeños trozos de pan de oro, que compran en la entrada del templo, sobre la gran estatua de Buda con el fin de compensar pecados pasados y corregir su Karma. Tantos son los devotos que han colocado estas hojas que su imagen está completamente oculta bajo el oro.

Tras visitar la ciudad, decidimos hacer excursiones por la zona. Las más destacables fueron a Mingun, Sagaing, Amarapura, Monywa y Ava.

Mingun:

Llegamos a Mingun en barco y nada más llegar ya nos sorprendieron las estatuas de guardianes Chinthes situadas cerca del amarradero. En Mingun, pudimos visitar la campana más grande del mundo, que nunca se llegó a tocar; también la que iba a ser la pagoda más grande del mundo y no se acabó de construir y la Pagoda Blanca que iba a ser una tumba y nunca se llegó a enterrar a nadie dentro. De estas, la que más nos impresionó fue la Pagoda Blanca o Myatheindan. Su arquitectura y color es diferente a otras pagodas ya que simula una montaña sagrada de la mitología budista, Meru.

Inwa:

Nuestra excursión a Inwa, también conocida como Ava no duró más de medio día, en el que nos dio tiempo a visitar el Monasterio de Maha Aungmye Bonzan, decorado con mosaicos de cristal estatuas de Buda y grabados en relieve; el monasterio Bagaya íntegramente construido en madera de Teca, donde aún podemos ver un aula de aprendizaje para los monjes novicios; la torre del reloj Nan Myint y los distintos templos, pagodas y estatuas que hay por la zona.

Sagaing:

Es un lugar precioso situado en la orilla suroeste de Mandalay. Este pequeño pueblo es uno de los destinos más bonitos de la zona, ya que posee la colina de Sagain Hill. Una colina donde el verde de los árboles contrasta con el blanco y el dorado de las cientos de estupas y pagodas de la zona. Las más importantes son Pagoda U Min Thonze, Pagoda Soon Oo Ponya Shin y Pagoda Kaunghmudaw.

Amarapura:

Amarapura significa ciudad de la inmortalidad y es la penúltima capital real de Myanmar. Nunca nos olvidaremos de la experiencia de poder contemplar el almuerzo de los monjes en el monasterio Mahar Gandar Yonelas. Un auténtico espectáculo. Cientos de monjes en filas yendo hacia el refectorio con el clásico cuenco para las donaciones de comida tradicionales y las típicas túnicas color azafrán. Otra de las cosas que más nos gustaron fue el atardecer desde la icónica pasarela de madera que cruza el lago, el puente U-Bein. El puente de Teca más largo del mundo.

VIVE MYANMAR

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