Myanmar, el desconocido asiático

Myanmar

Myanmar

Cuando oí hablar de aquella extraña tierra por primera vez, jamás pensé que un día estaría cruzando su frontera, ni que allí encontraría dulces rostros pintados con originales formas de color amarillo, jamás pensé que los hombres vestirían con falda y, sobretodo, nunca imaginé que me enamoraría este país de nombre exótico. Sin embargo, así fue, ésta es la historia de cómo un país desestabilizado, con más de la mitad de su población reprimida durante años de represalias, es capaz de mirar al mundo con una sonrisa, mientras te dicen Mingalarba (Hola en birmano).

Aterrizar en Yangon es aterrizar en el caos, tráfico y polución se entremezclan con los colores de los mercados callejeros que inundan la ciudad, en un momento dado incluso llegas a pensar que aterrizaste en India, de hecho son países vecinos. Y de repente, mientras intentamos ubicarnos en la maraña de calles, un extraño hombre ataviado con su longyi, una especie de tela de seda que todo birmano lleva, ya sea hombre o mujer, nos pregunta en un inglés muy aceptable si precisamos su ayuda. Esta es la primera interacción que tendremos pero no será la última. Porque si los birmanos se caracterizan por algo, debe ser, sin duda, por su amabilidad y predisposición a echarte una mano.
Aunque no son las ciudades lo mejor de Myanmar, sino los paisajes, que en los días posteriores nos dejarían memorias imborrables. El lago Inle, uno de los mayores atractivos del país, es un lugar para llenar la tarjeta de memoria de tu cámara, las estampas de los pescadores al amanecer recogiendo sus redes enfilados al borde de su barco, como si de equilibristas se tratara, la paz que se respira… son momentos que te hacen sonreír cada día que los recuerdas. Las aldeas que recorres en el famoso trekking desde la cercana Kalaw, los rostros de niños de auténtica sinceridad, las caras de mujeres curtidas bajo el sol y el duro trabajo agrícola y que aun así irradian positividad… escenas merecedoras de un leve dolor de pies.

P1090191Caminar por Myanmar es encontrar lugares dignos en los que pararse por doquier, como el puente U Bein, el más largo del mundo construido con madera de teka, en Amarapura, pequeña población cercana a la gran Mandalay. Sin lugar a dudas, uno de los enclaves más bellos de Asia, simplemente pasear por él y observar a sus asiduos, monjes y niños en bicicleta, es regalarte un día de felicidad. O recorrer Bagan, el mini AngkorWat como algunos lo llaman, perderte por entre sus más de cuatro mil templos, encumbrar alguno para obtener la panorámica de un lugar imposible, un desierto punteado con miles de estupas del color de la arena y de cientos de años de antigüedad, descubrir a los artistas lugareños, que venden sus pequeñas artesanías de bambú, o sus pinturas hechas con la arena del río, son cosas que simplemente no deberían quedar en el anonimato.

Demos a Myanmar una oportunidad de resarcirse del cautiverio de los últimos años, ahora que ha empezado a abrirse, y que aún no está corrompido por las cruzadas de turistas, las multinacionales de comida rápida y los vendedores desalmados. La antigua Birmania aún tiene alma y corazón, sus sonrisas son aún sinceras, sus palabras aún tienen honor, y la inocencia… aún tiene un lugar entre sus rincones.

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Texto de Virginia Capellà y Francisco Márquez, bloggers de viaje actualmente dando la vuelta al mundo.
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2 comentarios
  1. Rosa Atienza Ibañez
    Rosa Atienza Ibañez Dice:

    Hola , estoy buscando un viaje de unos 10 días para el próximo mes de Noviembre y como posible destino quisiera algún lugar de Asia. ¿ Me podéis ofrecer algo interesante?

    Responder

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