Uzbekistán, el corazón de la ruta de la seda
Como ya presentamos en posts anteriores, estamos recorriéndonos la ruta de la seda. La primera etapa de nuestro viaje, comenzó en Venecia y pasó por Florencia y Roma hasta llegar a Nápoles. Allí, cogimos un barco para trasladarnos al punto de partida de la segunda etapa de la ruta de la seda, Alejandría, donde nos desplazamos al Cairo para experimentar su famoso Caos y descubrir su historia.
Por último, nos dejamos embriagar por los aromas de los bazares en la ciudad de las mil y una noches y tras despedirnos de sus contrastes volamos a Uzbekistán. Su capital será la ciudad de partida en esta tercera etapa de la ruta de la seda, en la que visitaremos el país que verdaderamente nos sumergirá en Asia Central.
Uzbekistán es un país que la mayoría no sabríamos ubicar en el mapa. Sin embargo, este paraíso perdido es un punto vital en nuestro viaje, ya que se encuentra en el centro de la ruta original que los comerciantes seguían para hacer Roma-Constantinopla-Xian. Y lo que debéis saber, si como nosotros entráis por la capital, es que no debéis juzgar un libro por su portada.
Tras haber estado en el Cairo y en Estambul cuando llegas a Tashkent te dan ganas de salir corriendo. Lo único interesante de esta ciudad gris y de estilo soviético es el Chorsu Bazaar, el complejo Hazrat Imam y el museo de historia de Uzbekistán. Cuando entras al bazar consigues olvidarte por un momento de que estás en una ciudad formada por bloques de hormigón y parece que de tanto desearlo has vuelto a Estambul. El complejo Hazrat Imam fue lo único que nos enamoró de la ciudad y como descubrimos más tarde era tan solo una tesela del precioso mosaico que es Uzbekistan.
En cuanto al museo, una maravilla. Sin duda deberíamos haberlo visitado en primer lugar, ya que te enseña a apreciar o entender más la ciudad, por su cultura y los daños que sufrió con el comunismo y el terremoto del 66.
Aparte de estas tres cosas, no hay nada reseñable que decir de la capital. Pero no os preocupéis, que esta ciudad fue solo el punto de partida hacia lugares que ya por sí solos merecen el viaje: Samarkanda, Shakhrisabz, Bukhara, el desierto de Kyzyl Kum y Khiva.
Samarkanda
Samarkanda es el corazón de la ruta de la seda y esconde los mejores tesoros timuridas existentes. En esta ciudad es imprescindible visitar la plaza del Registan, el mausoleo de Tamerlan y el pasillo de tumbas timuridas. No es que esta ciudad no decepcione, es que después de visitarla no puedes entender como podías tener la desfachatez de no saber ubicarla en el mapa y no podrás parar de hablar de ella.
Shakhrisabz
A un par de horas en coche desde Samarkanda, llegamos a Shakhrisabz, la ciudad donde nació Tamerlan. Esta ciudad, al igual que la anterior, es patrimonio de la humanidad. Los restos del palacio, los mausoleos, la mezquita de Kok Gumbaz con una cúpula de un azul increíble la convierten en una parada obligatoria en cualquier viaje a Uzbekistán o de la ruta de la Seda
Bukhara
Bujará es nuestra probablemente junto con Jiva nuestra ciudad favorita de Uzbekistán y quizás también de lo que llevamos de la ruta de la seda. Esta ciudad cumple todas las expectativas que puedas tener y las sobrepasa. No es como Samarkanda o Shakhrisabz, ambas preciosas, pero de estilo comunista sino que mantiene un ambiente persa que enamora. En esta ciudad, pudimos disfrutar de lo más auténtico de Uzbekistán, paseando por su casco antiguo, visitando sus bazares cubiertos o tomando algo en la azotea de un restaurante tradicional con vistas al magnífico Poi Kalon.
La Mezquita Kalon, el Minarete Kalon y la Madrasa Mir-i-Arab forman el complejo Poi Kalon. Estos pedazos de historia deberían tenerse en cuenta por separado pero es su unión la que hace que sobresalgan en esta ciudad llena de maravillas. La armonía del conjunto hace que sea el lugar más genuino de la ciudad y que su belleza incluso haga competencia al Registan de Samarkanda.
Desierto de Kyzyl Kum
De Bujará, fuimos hasta Turtkul donde nos preparamos para viajar a través del desierto de Kyzyl Kum. Supongo, que como nosotros cuando fuimos, no habréis oído hablar nunca de este desierto ni de lo que se puede ver en él. La verdad, que nosotros nos decidimos a ir por qué nos propusieron toda una aventura. Dormir por primera vez en el desierto en nada menos que una yurta.
Las yurtas, son las tiendas de campaña de los nómadas de Asia central, especialmente de Mongolia y están declaradas Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. He de decir que fue una experiencia de lo más peculiar y que en mi vida he visto un cielo estrellado tan impresionante como el de aquella noche además la comida un 10. Para desayunar te, dulces, mermelada y pan y para comer un plato típico de la zona el plov, que consistía en arroz, patatas, garbanzos y carne todo aderezado con especias, buenísimo. Desde allí, visitamos las tres fortalezas de Ayaz-Kala, casi camuflada con el desierto y también visitamos el lago Ayaz – Kul, que quedaba en dirección contraria.
Khiva
La ciudad más pequeña del recorrido y también una de las más bonitas. Este antiguo núcleo de venta de esclavos, impresiona nada más verla. Lo único que le faltaba para pertenecer a las mil y una noches o a Aladdin, era una alfombra mágica. Caravanserais, olor a especias, mausoleos, minaretes, detalles y azulejos de colores, ciudadelas de barro, bazares con telas de todos los colores y mucho más dentro de aquel pequeño laberinto amurallado. Los imprescindibles de esta ciudad son la mezquita de Juma, el fuerte de Kukhna y el bazar de los esclavos.
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